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EL VALOR DE UN SALUDO
Del episodio titulado, Cuando nos sentimos inferiores
Por Jeffrey E. Burkart
Mi familia tenía una maravillosa tradición. Cada noche, antes de ir a dormir, yo iba a donde estaba cada miembro de mi familia, les daba un beso, y les decía: "te quiero, abuela; te quiero, mami; te quiero, papi; te quiero, abuelo".
Nunca hubo una noche que se olvidara este ritual y, cuando me convertí en padre, la tradición continuó en mi propio hogar. Cada uno de mis tres hijos la aprendió, y, aún ahora que estamos separados por la distancia, cada vez que nos encontramos para las fiestas o en las vacaciones, seguimos haciéndola.
Puedo recordar las veces que hice o dije algo hiriente a mis padres o abuelos y cómo esas palabras y acciones se enconaban en mi mente durante todo el día. Al llegar la noche, sin embargo, el poder de la tradición de las "buenas noches" empezaría a producir su milagro. Uno no puede abrazar o besar a alguien y decirle "te quiero", sin antes decir "lo siento, mamá". El enojo y la herida se esfumaban con un beso amoroso y las palabras "yo también te quiero". No importa qué pudo haberse dicho o hecho a través del día, el beso y las palabras "te quiero", siempre traían alivio y perdón. Esto funciona tanto para uno como el otro. Algunas veces era yo quien perdonaba, y eso me hacía sentir casi tan bien como cuando me perdonaban a mí.
Para mí, esa tradición estaba basada en palabras de la misma Biblia:"No dejen que el sol se ponga estando aún enojados... No agravien al Espíritu Santo de Dios... Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo" (Efesios 4:26, 30-32). No estoy seguro si mi familia conocía estas palabras, pero ciertamente sabían cómo darles vida en nuestro hogar. Este "espíritu de perdón" dentro de nuestra familia fue practicado una y otra vez, y continúa hasta el presente.
Puedo recordar unas vacaciones de Navidad, cuando mis padres vinieron a nuestro hogar por una larga temporada. Por alguna razón me enoje con mi papá. Ni siquiera recuerdo el motivo - lo cual demuestra lo absurdo de la discusión. Dije algo que hizo sentir terrible a mi padre. La expresión de su rostro se grabó indeleblemente en mi mente, y de inmediato supe que había herido sus sentimientos.
El espíritu de alegría que llenaba nuestra casa se rompió en un instante, y el enojo que le había provocado en mi padre ensombreció el día... entonces, llegó la noche. Mi padre miraba fijamente en el televisor una vieja película en blanco y negro. Lo miré a los ojos, le di un beso, y le dije: "lo siento, papá, tú sabes que te quiero; por favor, perdóname". Me abrazó y me dijo: "sí lo sé, está bien, yo también te quiero". El espíritu de amor, perdón, y alegría fue restaurado de inmediato y completamente.
Es tan simple decir "lo siento - perdóname." Pero las cosas simples a veces son las más difíciles de hacer. Es como cumplir con las promesas hechas a comienzos del año nuevo: sabemos lo que debemos hacer, pero inventamos excusas y no lo hacemos. Inventamos excusas para no hacer aquello que nos mejoraría la vida.
Aquí va una sugerencia. Este año propóngase sólo una cosa, y manténgase firme en cumplirla: prométase que va a perdonar y "hacer las paces", y que no va a dejar que el sol se ponga sobre su enojo.
Dígale a sus seres queridos que realmente les ama, y hágalo cada noche antes de ir a la cama. Yo sé, por experiencia propia, que Dios nos ayuda a amar, a pedir perdón, y a perdonar, y que cada vez que lo hacemos, su Espíritu Santo nos llena con su paz y restaura lo que estaba roto.
El Dr. Jeffrey Burkart es autor de varias publicaciones, y ha escrito numeroso material para gente joven. Es un reconocido narrador de historias, y un popular conferencista.
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