Cuando alguien nos hiere, nuestra respuesta natural es devolverle el daño o esperar que sufra por lo que nos ha hecho. Sin embargo, como hijos de Dios sabemos que esa es la respuesta incorrecta. Es entonces cuando descubrimos que perdonar a alguien no es algo natural ni fácil: requiere gracia sobrenatural de nuestra parte. ¿De dónde la sacamos? ¡A través de la oración! En Marcos 11:25, Jesús nos dice:
Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo,
para que también su Padre que está en los cielos
les perdone a ustedes sus ofensas.
Recordar la gracia de Dios hacia ti no te deja más remedio que extender esa misma gracia hacia alguien que te lastima. Entonces, si tienes el deseo de perdonar a alguien, anímate: el Espíritu Santo ya ha hecho la mitad del trabajo.
La fe
La Biblia dice que la fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11: 1). La fe no es una esperanza vacía, o una confesión de algo que queremos que sea verdad. Tener fe es reconocer algo que ya es una realidad a pesar de que todavía no se puede ver. En Romanos 10:17, Pablo nos dice:
Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios.
La fe afirma lo que ya existe y confía en lo que Dios ha prometido en su Palabra, sabiendo que en su tiempo sucederá porque es su voluntad. Hoy te invito a que conozcas más al creador de la fe a través de la lectura y estudio de su Palabra.
No te preocupes
Así como un error del piloto puede hacer que un avión se desvíe de su destino previsto o que tenga que realizar un aterrizaje de emergencia peligroso, una mala decisión puede desviarte o retrasarte para que no llegues a la meta que te has propuesto. Cuando tus pensamientos no están claros, no es el mejor momento para hacer un cambio o tomar una decisión drástica. ¿Qué hacer, entonces? En Filipenses 4:6-7, Pablo nos dice:
No te preocupes por nada; en cambio, reza por todo.
Dile a Dios lo que necesitas y ...
Su paz guardará tu corazón y tu mente.
Confía tus ansiedades y dudas en Dios. Permite que Él obre en tu mente y corazón y que calme tu espíritu con su paz. Él puede y quiere hacerlo... porque te ama.
Ante la adversidad
Los tiempos difíciles no duran para siempre. Con la misma certeza que Dios creó la primavera para seguir al invierno, la temporada de adversidad en la que te encuentras terminará. Y cuando lo haga, Dios te habrá dado la sabiduría necesaria para construir un futuro mejor. A veces, sus mayores bendiciones provienen de las circunstancias más negativas. En 2 Corintios 4:17 Pablo escribe:
Nuestros problemas actuales son pequeños y no durarán mucho.
Sin embargo, nos producen una gloria que los supera con creces
y durará para siempre.
Los tiempos difíciles no duran, ¡pero las personas sí! De tus mayores pruebas surgen tus mayores testimonios. Ten paciencia y confía en que Dios hará lo que tú no puedes hacer. Te invito a que le pidas hoy a Dios que te ayude a recordar que él siempre está contigo.
Una actitud positiva
Todos necesitamos un ajuste de actitud de vez en cuando. Hay veces en que los problemas se acumulan, y es fácil caer en el desconcierto y el negativismo. Pero más allá de lo que suceda en tu vida, puedes proponerte encararlo con una mentalidad positiva, buscando la fuerza para enfrentarlo con la actitud correcta. En Filipenses 4:8, Pablo escribe:
... piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro,
en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud,
si hay algo que admirar, piensen en ello.
En el momento en que el enemigo envíe pensamientos negativos a tu mente, detenlos allí mismo. Esfuérzate por mantener una actitud positiva en cada circunstancia, confiando en que "el Dios de paz estará contigo".
El favor de Dios
Querer agradar a los demás hace que descuidemos nuestras necesidades y nos hace tomar decisiones basadas en su aprobación. Estas dos actitudes nos llevan a desilusionarnos con nosotros mismos cuando las cosas no funcionan. El apóstol Pablo nos dice en Gálatas 1:10:
Queda claro que no es mi intención ganarme el favor de la gente, sino el de Dios.
Si mi objetivo fuera agradar a la gente, no sería un siervo de Cristo.
Cuando cedes a las demandas de los demás, permites que ellos, y no Dios, controlen tu vida. Dios no quiere que sirvas a las personas por miedo, sino por amor a ellas y a Él. Pídele hoy a Dios que te ayude a buscar complacerle solo a Él.