¿Alguna vez te ha pasado que no lograbas perdonarte a ti mismo? ¿Alguna vez has sentido como que merecías sentir culpa? Cuando eso te suceda recuerda que, si Dios te puede perdonar, ciertamente tú también puedes perdonarte a ti mismo. Escucha las siguientes palabras de la Biblia:
"Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús". (Romanos 8:1)
Jesucristo vino al mundo para hacerse cargo de todas nuestras culpas. Con su muerte y resurrección nos consiguió el perdón y nos abrió las puertas de la vida eterna. Gracias a él, ya no somos condenados. ¿Qué tal si le pides a Dios que grabe hoy esta promesa en tu corazón? Pídele que te ayude a recordarla cada día, para que así puedas vivir en la seguridad de su misericordia, su perdón y su amor.
Cuando pesa la culpa
En un momento de su vida, cuando el rey David se sintió atrapado en la prisión de la culpa, escribió las siguientes palabras del Salmo 38: "Mi pecado pesa sobre mi cabeza; ¡son una carga que ya no puedo soportar!... Por eso, voy a confesar mi maldad; pues me pesa haber pecado... Señor, mi salvador, ¡ven pronto en mi ayuda!" (Salmo 38:4, 18, 22)
Si, al igual que al rey David, te molesta la conciencia por algo que has hecho, por el estilo de vida que llevas, por una relación inapropiada o quizás por un error del pasado, presta atención a las siguientes palabras de promesa de la Biblia:
"Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados
y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9)
Palabras que traen paz
Es común escuchar decir que Dios nos dio dos oídos y una boca para que escuchemos más de lo que hablamos, pues escuchando bien sabremos qué responder. Pero también es cierto que no todo lo que escuchamos vale la pena. Escuchar bien significa prestar atención a quien nos trae buenas noticias que nos ayudan, renuevan y calman cuando nos sentimos abrumados por los problemas de cada día. El salmista lo dice de esta manera:
Escucharé lo que Dios el Señor va a decir; va a hablar de paz a su pueblo y a sus santos,
para que no caigan en la locura. Salmo 85:8
El mensaje de Dios a través de su hijo Jesucristo nos habla de perdón, paz y reconciliación. Nuestra necesidad diaria se resume en oír las palabras de Dios que nos hablan de esta verdad. Hoy te invito a que cada día escuches la voz de nuestro Señor y permitas que su paz inunde tu vida.
Puentes de perdón y de paz
Como hijos de Dios y embajadores de Cristo, somos los encargados de llevar el mensaje reconciliador de Dios a quienes nos rodean. Pero ¿cómo podemos llevar el mensaje de la reconciliación y la gracia abundante de Dios a otros, cuando en nuestro corazón tenemos amargura, enojo, ira y resentimiento?
Dios quiere que seamos los primeros en establecer puentes de perdón y de paz entre los hombres y que no dejemos que el sol se ponga sobre nuestro enojo. El apóstol Pablo nos dice:
... hermanos, regocíjense, perfecciónense, consuélense; sean de un mismo sentir,
y vivan en paz. Y el Dios de la paz y del amor estará con ustedes. 2 Corintios 13:11
¿Qué te parece, hermano, si comienzas hoy mismo a construir un puente que llegue hasta quienes necesitan ser perdonados y recibir paz, para que ellos también puedan vivir en paz?
La reconciliación es posible
¿Es posible la reconciliación? El apóstol Pablo, líder de la primera iglesia cristiana, nos dice:
"... por medio de Cristo [Dios] nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación". 2 Corintios 5:18-19
La reconciliación es posible porque a través del ministerio, muerte y resurrección de Cristo, Dios nos reconcilió con él y nos hizo hijos suyos. Si Dios nos ha perdonado nuestros pecados, ha cancelado la deuda que teníamos con él y nos ha dado su Espíritu Santo, ya tenemos todo lo que necesitamos para reconciliarnos con quienes nos han ofendido o lastimado.
Hoy te exhorto a que consideres seriamente el encargo que Dios te ha hecho de llevar el mensaje de la reconciliación a quienes te rodean.
Enojados con Dios
Muchas veces, cuando estamos enojados, le echamos la culpa al destino o a otras personas o situaciones, cuando en realidad con quien estamos enojados es con Dios. Nuestras riñas con Dios y con los demás a menudo son intentos desesperados que hacemos para sobrevivir en un mundo lleno de frustraciones y en donde las injusticias están a la orden del día.
Job, el gran sufridor del Antiguo Testamento, dirigió su enojo hacia Dios cuando le preguntó:
"¿Acaso está bien que me oprimas, que desprecies esta creación de tus manos
y te pongas de parte de los impíos?" Job 10:3
Quizás tú sientas la misma ira y frustración que tuvo Job y quieras descargarlos contra Dios, que parece estar ignorando tu situación o incluso ayudando a que la misma suceda. Si es así, exprésale tu enojo. Dios siempre está dispuesto a mostrarte cómo superarlo y a ayudarte a curar tu dolor.