No es fácil llevar una vida balanceada. Sin duda alguna es una batalla dura, agotadora y que parece no tener fin. Pero sí es posible. ¿Cómo? Descansando en el Señor. Dios quiere preservarnos, corregirnos y darnos libertad de acción, enseñándonos sus caminos y guiándonos a través de sus enseñanzas. El rey David no tuvo duda de ello y así lo expresó en el Salmo 27.
Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor! (Salmo 27:13-14)
Permite que Dios supla tu necesidad de gozo, de libertad y de seguridad. Permite que él absorba tus deseos de paz, unidad y comunión con él. Y permite también que él te guíe enseñándote sus caminos y cubriéndote con su protección, para que así puedas encontrar en él el reposo que necesitas en tu vida.
Lo que realmente importa
Muchas veces nos sentimos mal porque no podemos tener todas las cosas que el mundo nos hace creer que necesitamos. Si ese es tu caso, te invito a que prestes atención a lo que Dios nos dice en su Palabra.
1 Timoteo 6: "Así que, si tenemos sustento y abrigo, contentémonos con eso".
1 Pedro 3: "Que la belleza de ustedes no dependa de lo externo... sino de lo interno, del corazón, de la belleza incorruptible de un espíritu cariñoso y sereno, pues este tipo de belleza es muy valorada por Dios".
Proverbios 22: "Mejor tener buena fama que mucha riqueza; la buena fama es mejor que la plata y el oro".
Es mi oración que estas palabras echen raíz en tu corazón y te brinden la confianza y el gozo que solo Dios puede dar.
Dios es el Señor
Los seres humanos somos ocupantes de esta tierra. No somos propietarios, sino sólo sirvientes; no somos dueños, sino apenas administradores. Hay una gran diferencia entre ser sirviente y ser señor, entre ser administrador y ser dueño ... y esa es la diferencia entre Dios y nosotros.
"¡Del Señor son la tierra y su plenitud! ¡Del Señor es el mundo y sus habitantes", dice el rey David en el Salmo 24:1. Y Pablo lo confirma en el discurso que da a los griegos en Atenas, registrado en el capítulo 17 del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde dice:
"El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la tierra...
él es quien da vida y aliento a todos y a todo." (Hechos 17:24-25)
Recién cuando reconocemos y aceptamos esto, aprendemos a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y a darle a las cosas materiales el lugar que les corresponde. Te invito a que reflexiones sobre esto. ¿Tienes en claro que todo lo que tienes le pertenece a Dios y que tú solo eres su administrador?
La sangre que limpia
El mundo que Dios había creado era bueno. Pero cuando el pecado entró en él lo corrompió, trayendo dolor, quebranto y muerte. La Biblia dice que el primer Adán trajo el pecado al mundo, pero que Jesús, el segundo Adán, va a remover de la creación de Dios el pecado y sus consecuencias. Es por ello que el Apóstol Pablo escribe:
"... las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros... la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, para así alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios." (Romanos 8:18, 21)
Ese nuevo mundo, esa nueva creación, libre de corrupción y pecado, nos está esperando a todos los que hemos sido lavados por la sangre derramada por Jesús en la cruz. Es mi oración que esto, mi querido amigo, te incluya también a ti.
Hoy es el día de salvación
Dios no quiere que ningún ser humano sufra la separación eterna en el infierno. Pero ninguno de nosotros podemos vivir la vida perfecta que Dios requiere para escapar la condenación. La única manera de participar del banquete eterno del Señor en el cielo es siendo cubiertos por su justicia. Es por ello que todos necesitamos un Salvador. Todos necesitamos a Jesús.
Hoy es el tiempo del favor de Dios; hoy es el día de salvación. Dios ofrece a todos su salvación, pues, como nos dice el apóstol Pablo en su primera carta a Timoteo:
"...[Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen a conocer la verdad."
(1 Timoteo 2:4)
Querido amigo: le pido a Dios que abra tu mente y tu corazón para que llegues a conocer su verdad y su salvación. Amén.
Si Dios no te condena...
¿Alguna vez te ha pasado que no lograbas perdonarte a ti mismo? ¿Alguna vez has sentido como que merecías sentir culpa? Cuando eso te suceda recuerda que, si Dios te puede perdonar, ciertamente tú también puedes perdonarte a ti mismo. Escucha las siguientes palabras de la Biblia:
"Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús". (Romanos 8:1)
Jesucristo vino al mundo para hacerse cargo de todas nuestras culpas. Con su muerte y resurrección nos consiguió el perdón y nos abrió las puertas de la vida eterna. Gracias a él, ya no somos condenados. ¿Qué tal si le pides a Dios que grabe hoy esta promesa en tu corazón? Pídele que te ayude a recordarla cada día, para que así puedas vivir en la seguridad de su misericordia, su perdón y su amor.