Los seres humanos somos ocupantes de esta tierra. No somos propietarios, sino sólo sirvientes; no somos dueños, sino apenas administradores. Hay una gran diferencia entre ser sirviente y ser señor, entre ser administrador y ser dueño ... y esa es la diferencia entre Dios y nosotros.
"¡Del Señor son la tierra y su plenitud! ¡Del Señor es el mundo y sus habitantes", dice el rey David en el Salmo 24:1. Y Pablo lo confirma en el discurso que da a los griegos en Atenas, registrado en el capítulo 17 del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde dice:
"El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la tierra...
él es quien da vida y aliento a todos y a todo." (Hechos 17:24-25)
Recién cuando reconocemos y aceptamos esto, aprendemos a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y a darle a las cosas materiales el lugar que les corresponde. Te invito a que reflexiones sobre esto. ¿Tienes en claro que todo lo que tienes le pertenece a Dios y que tú solo eres su administrador?
La sangre que limpia
El mundo que Dios había creado era bueno. Pero cuando el pecado entró en él lo corrompió, trayendo dolor, quebranto y muerte. La Biblia dice que el primer Adán trajo el pecado al mundo, pero que Jesús, el segundo Adán, va a remover de la creación de Dios el pecado y sus consecuencias. Es por ello que el Apóstol Pablo escribe:
"... las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros... la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, para así alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios." (Romanos 8:18, 21)
Ese nuevo mundo, esa nueva creación, libre de corrupción y pecado, nos está esperando a todos los que hemos sido lavados por la sangre derramada por Jesús en la cruz. Es mi oración que esto, mi querido amigo, te incluya también a ti.
Hoy es el día de salvación
Dios no quiere que ningún ser humano sufra la separación eterna en el infierno. Pero ninguno de nosotros podemos vivir la vida perfecta que Dios requiere para escapar la condenación. La única manera de participar del banquete eterno del Señor en el cielo es siendo cubiertos por su justicia. Es por ello que todos necesitamos un Salvador. Todos necesitamos a Jesús.
Hoy es el tiempo del favor de Dios; hoy es el día de salvación. Dios ofrece a todos su salvación, pues, como nos dice el apóstol Pablo en su primera carta a Timoteo:
"...[Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen a conocer la verdad."
(1 Timoteo 2:4)
Querido amigo: le pido a Dios que abra tu mente y tu corazón para que llegues a conocer su verdad y su salvación. Amén.
Si Dios no te condena...
¿Alguna vez te ha pasado que no lograbas perdonarte a ti mismo? ¿Alguna vez has sentido como que merecías sentir culpa? Cuando eso te suceda recuerda que, si Dios te puede perdonar, ciertamente tú también puedes perdonarte a ti mismo. Escucha las siguientes palabras de la Biblia:
"Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús". (Romanos 8:1)
Jesucristo vino al mundo para hacerse cargo de todas nuestras culpas. Con su muerte y resurrección nos consiguió el perdón y nos abrió las puertas de la vida eterna. Gracias a él, ya no somos condenados. ¿Qué tal si le pides a Dios que grabe hoy esta promesa en tu corazón? Pídele que te ayude a recordarla cada día, para que así puedas vivir en la seguridad de su misericordia, su perdón y su amor.
Cuando pesa la culpa
En un momento de su vida, cuando el rey David se sintió atrapado en la prisión de la culpa, escribió las siguientes palabras del Salmo 38: "Mi pecado pesa sobre mi cabeza; ¡son una carga que ya no puedo soportar!... Por eso, voy a confesar mi maldad; pues me pesa haber pecado... Señor, mi salvador, ¡ven pronto en mi ayuda!" (Salmo 38:4, 18, 22)
Si, al igual que al rey David, te molesta la conciencia por algo que has hecho, por el estilo de vida que llevas, por una relación inapropiada o quizás por un error del pasado, presta atención a las siguientes palabras de promesa de la Biblia:
"Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados
y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9)
Palabras que traen paz
Es común escuchar decir que Dios nos dio dos oídos y una boca para que escuchemos más de lo que hablamos, pues escuchando bien sabremos qué responder. Pero también es cierto que no todo lo que escuchamos vale la pena. Escuchar bien significa prestar atención a quien nos trae buenas noticias que nos ayudan, renuevan y calman cuando nos sentimos abrumados por los problemas de cada día. El salmista lo dice de esta manera:
Escucharé lo que Dios el Señor va a decir; va a hablar de paz a su pueblo y a sus santos,
para que no caigan en la locura. Salmo 85:8
El mensaje de Dios a través de su hijo Jesucristo nos habla de perdón, paz y reconciliación. Nuestra necesidad diaria se resume en oír las palabras de Dios que nos hablan de esta verdad. Hoy te invito a que cada día escuches la voz de nuestro Señor y permitas que su paz inunde tu vida.