En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo nos habla del amor. Allí describe algunas de sus características, diciendo:
no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia,
sino que se une a la alegría de la verdad. 1 Corintios 14:4-6
En otras palabras, el verdadero amor comparte el dolor, siempre tiene buenas intenciones, se alegra por el bien de la persona amada, no hace nada que esté fuera de la voluntad de Dios ni busca su propia satisfacción y está siempre pronto a perdonar y olvidar. ¿Difícil? Claro que sí. ¿Imposible? De ninguna manera cuando amamos con el amor que Dios nos ha dado.
Dios es amor
La Biblia nos habla mucho sobre el amor. En su primera carta, el apóstol Juan nos dice:
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él. 1 Juan 4:7-9 RVC
Dios es amor. Y ese amor hizo que enviara a su hijo Jesucristo al mundo a dar su vida en sacrificio por nosotros. Gracias al perdón que ese sacrificio nos ganó, podemos ahora amar así como Dios nos ama. Hoy te animo a que pongas en práctica la exhortación del apóstol Juan de amarnos los unos a otros.
Te amo con amor eterno
Todos queremos vivir mejor, queremos hacer las cosas bien y vivir en paz. Pero por más que nos esforzamos, nos resulta imposible lograrlo todo el tiempo. En medio de nuestras preguntas y anhelos de tiempos mejores, el mensaje de Dios es bien claro: su misericordia eterna se manifiesta entre nosotros, asegurándonos que nos ama. Escuchemos lo que dice en Su Palabra:
Yo te amo con amor eterno.
Por eso te he prolongado mi misericordia. Jeremías 31:3
Dios está tan cerca de nosotros, que su corazón late al ritmo de nuestras necesidades y acompaña compasivamente nuestro sufrimiento, dándonos consuelo y gozo. Dios no nos ama desde lejos sino que, a través de su hijo Jesús, vino a darnos su amor para esta vida y por la eternidad.
Mi ayuda viene del Señor
Muchas veces, a lo largo de la vida, pasamos por situaciones dolorosas, enfermedades, falta de trabajo, pérdidas, separaciones y tantas otras cosas más. En esos momentos, es bueno que recordemos las palabras del salmista cuando dice:
A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor,
creador del cielo y de la tierra. No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida.
Salmo 121:1-3 NVI
Dios no nos dice que nuestra vida va a ser fácil, pero sí nos promete que, tanto en la vida como en la muerte, Él va a estar con nosotros. Y si Dios está con nosotros, nuestro camino va a ser siempre seguro. Le pido a Dios que, al igual que el salmista, tú también puedas decir y sentir que tu ayuda proviene del Señor.
Encomienda tu camino
Cuando somos incapaces de resolver algo por nosotros mismos, buscamos la ayuda de un experto o profesional, según sea la necesidad que tengamos.
Dios, quien nos creó, conoce muy bien nuestras capacidades. Pero aun así, y más allá de todo lo que sepamos o podamos aprender, el salmista nos dice:
Encomienda al Señor tu camino;
confía en él, y él actuará. Salmo 37:5 NVI
La invitación está hecha. ¿Qué te parece si hoy reconoces que Dios sabe más que tú en todas las áreas de la vida y que le puedes pedir ayuda, con la certeza de que Él siempre responde de acuerdo con su voluntad?
Tesoros en el cielo
En esta vida podemos acumular muchos y muy grandes tesoros como bienes, riquezas, títulos de honor, poder e influencia. Pero todos ellos son pasajeros: cuando nos llegue la muerte, ellos morirán con nosotros. Es por ello que Jesús nos aconseja:
"No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye,
y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las
polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar." Mateo 6:20 NTV
Contrario a lo que el mundo enseña, Jesús nos dice que los verdaderos tesoros son los que acumulamos en el cielo, los tesoros espirituales eternos que jamás perderemos si perseveramos hasta el fin. ¿Qué te parece si este año te propones aprender y aplicar más a tu vida la Palabra de Dios, o enseñar más a tus hijos, hermanos o amigos, la voluntad de Dios para sus vidas?