• octubre 7, 2021
  • El arte de vivir en pareja

  • Regresa

  • Introducción
    Seamos honestos. Las parejas hoy en día parecen ser desechables. Las estadísticas no mienten y el futuro no se ve muy alentador. Estaba leyendo un artículo sobre las razones comunes por las que se da la separación de las parejas. Algunas de ellas son:

    * Relaciones extramatrimoniales

    * Falta de compromiso

    * Problemas financieros

    * Desacuerdos en la crianza de los niños

    * Abuso de alcohol y drogas

    * Violencia y abuso en el hogar

    * Constantes discusiones y conflictos

    * Diferentes estilos de vida y valores

    En contraste, leí una tarjeta que decía lo siguiente:

    La pareja es un precioso regalo de Dios, como un colorido y detallado tejido; dos vidas entretejidas y entrelazadas, cosidas con sonrisas y lágrimas, teñidas con memorias y unidas por amor. Esta relación es creada, sostenida y bendecida por Dios; perdonada, redimida y restaurada por Jesucristo; consolada, fortalecida y preservada por el Espíritu Santo.

    ¡Qué gran diferencia! Ante la realidad de tanta tristeza y ansiedad que sufren tantas parejas hoy en día, nos preguntamos:

    * ¿hay motivo para festejar y celebrar el regalo de la vida en pareja?

    * ¿Qué tenía en mente Dios al crear el hombre y la mujer y unirlos para ser una pareja, entrelazados como una sola persona?

    * ¿Será cierto que el matrimonio es un regalo hermoso, un tejido colorido y detallado?

    * ¿Cómo podemos sentirnos animados cuando estamos rodeados de tantas dificultades y realidades dolorosas?

    Comencemos por hacer una pausa, porque en medio de nuestro existir sí hay error, fracaso, dolor, desaliento, miedo y tristeza. Es cierto que no todo anda bien, y el matrimonio sufre las consecuencias. Ya oímos lo que nos dicen las estadísticas y hasta las tarjeta que regalamos en San Valentín o aniversarios, pero, ¿qué tal si nos detenemos y prestamos atención a lo que Dios nos dice?

    DIOS CREÓ Y BENDIJO A LA PAREJA

    Con inmenso amor y profunda satisfacción Dios formó al hombre y a la mujer, diseñando con delicada precisión la admirable anatomía masculina y femenina. Los bendijo y les dio la capacidad de ser felices en su unión de pareja, mediante una intimidad exclusiva. Como las fibras de los hilos que tejen una tela, así Dios creó al hombre y a la mujer para que formaran una unidad «entretejidos» para cumplir la voluntad del Creador y disfrutar de esa preciosa compañía.

    Luego Dios dio su bendición a esta primera pareja, para que vivieran en amor y en fidelidad el uno para el otro. Esto significaba que serían comprensivos y creativos en su esfuerzo constante por conocerse, apoyarse y amarse mutuamente. Deberían descubrir sus gustos y preferencias, para así hacer más placentera la experiencia del uno para el otro. Ese es el ideal de Dios acerca de la intimidad de la pareja, y debería ser la realidad y no la que nos muestran las estadísticas

    Una pareja de tres

    Las estadísticas y la realidad a veces son tan duras y tristes en cuanto a la pareja porque estamos tratando de hacerla triunfar solos por nosotros mismos.

    Hemos dicho que la relación de pareja es la primera institución creada por Dios, siendo la pareja el vínculo para que un hombre y una mujer unan sus vidas en todos los sentidos. La vida en pareja cumple con el propósito de Dios de que haya armonía y amor entre ambos.

    A fin de protegerla, guiarla y consagrarla, Dios quiere ser la «tercera persona» en cada pareja, para así unirla y fortalecerla. Su deseo es que el hombre y la mujer, unidos en matrimonio, reciban su amor y su sabiduría para poder enfrentar las tormentas que a todos nos azotan.

    Su respuesta a nuestras estadísticas y realidades con incapacidad de amar, fracasos, conflictos, desacuerdos y frustraciones en la vida, es su perdón, que nos lleva a la reconciliación y a la comprensión. Perdonar implica tener fortaleza y humildad, y expresa el poder de sosegar, curar, reunir y reconstruir. Toda pareja puede contar con el amor y el perdón de Dios y ser motivada a reconciliarse constantemente entre sí y a depositar su confianza en Él.

    Pero ¿cómo hace Dios todo esto para beneficiar a la pareja? Cuando nació Jesús, entrando a nuestro mundo y nuestra realidad, vino precisamente para perdonar a la humanidad y restaurar una relación de paz con Dios nuestro Creador y entre nosotros. Con su muerte y resurrección, Jesús establece para siempre esta expresión de amor, el perfecto amor.

    El arte de vivir en pareja

    Vivir en pareja es un arte. Es preciso saber cómo combinar los muchos factores que están relacionados a ella, para lograr metas en común. Las tensiones en toda relación, sumadas a las obligaciones normales de cada ser humano, tales como el trabajo, la economía del hogar, los hijos, la salud, la seguridad personal, la educación, entre otros, pueden ser muy agotadoras y pueden reducir las ganas de seguir adelante.

    Pero si ambos son lo suficientemente creativos, pacientes y comunicativos entre sí y con los demás miembros de la familia, el paso por la vida será mucho más saludable. Como en toda relación humana, el desafío más grande para la pareja es el de lograr, con la presencia de Cristo y los dones del tiempo, el esfuerzo, la dedicación y el compromiso, una base sólida capaz de resistir las duras pruebas que se presentan en la vida de toda pareja.

    Lamentablemente, muchas veces descuidamos esta relación. Si bien no queremos ser parte de las tristes estadísticas y queremos que funcione nuestra relación de pareja, no queremos admitir que fue Dios quien la creó para que la disfrutemos bajo su amparo, exclusividad, intimidad y protección, y que necesitamos de su ayuda. Las parejas que así lo hacen, disfrutan de una profunda alegría porque saben que Dios los une y que en Él tienen la seguridad de poder reconciliar sus diferencias y ser fieles hasta que la muerte los separe.

    Toda pareja tiene sus diferencias. Esto en sí, no es el problema, como hemos hablado en la serie de programas de esta temporada. Pero no poder o querer reconciliarlas y resolverlas antes de que vengan peores consecuencias, trae complicaciones. Sin lugar a dudas, descuidar los lazos matrimoniales conlleva una serie de causas y efectos que «deshilan el tejido» de la relación en vez de conservarla y fortalecerla.

    Conclusión

    Dios, quien originalmente instituyó el matrimonio, ofrece su apoyo incondicional. Pero más que todo, le duele ver las desastrosas, dolorosas y enredadas consecuencias creadas por los malentendidos, los conflictos y, peor aún, las traiciones.

    Él mismo sufrió la desilusión de ver a la raza humana apartarse de Él y serle infiel. Pero Dios tomó la iniciativa al perdonarnos por medio de Jesucristo, quien es la demostración más clara, histórica, completa, perfecta y palpable del amor. Por eso Dios, que conoce el dolor de la decepción, ofrece su perdón y restauración, que de verdad nos puede capacitar para amar y restablecer lo que hemos dañado.

    La relación de pareja es la primera institución creada por Dios, siendo la pareja el vínculo para que un hombre y una mujer unan sus vidas en todos los sentidos. La vida en pareja cumple con el propósito de Dios de que haya armonía y amor entre ambos. A fin de protegerla, guiarla y consagrarla, Dios quiere ser la «tercera persona» en cada pareja. Él une y fortalece a la pareja.

    Vivir en pareja es un arte. Es preciso saber cómo combinar los muchos factores que están relacionados a ella, para lograr metas en común. Las tensiones en toda relación, sumadas a las obligaciones normales de cada ser humano, tales como el trabajo, la economía del hogar, los hijos, la salud, la seguridad personal, la educación, entre otros, pueden ser muy agotadoras y pueden reducir las ganas de seguir adelante. Si ambos son lo suficientemente creativos, pacientes y comunicativos entre sí y con los demás miembros de la familia, el paso por la vida será mucho más saludable.

    Recordemos que la pareja no tiene simplemente «que soportarse». El amor debe crecer y crecer mucho. Debe convertirse en el garante de la propia felicidad y de la duración del mismo matrimonio. Más allá de una estética de fidelidad o deber, o de miedo a volver a empezar, el matrimonio debe basarse sobre la alegría y el gozo de sentirse amados y de amar, de comprender y de sentirse comprendidos, de respetar y sentirse respetados.

    Propongámonos seriamente conocer a fondo la realidad del sexo opuesto, partiendo de la base que Dios nos hizo diferentes para enriquecernos a través de esas diferencias.
    Si quieres pedirle ayuda a Dios en tu vida de pareja, habla con él y también puedes comunicarte con nosotros y con gusto oraremos contigo.

    También te invitamos a que vayas a la sección «Recursos» y descargues de forma gratuita nuestro folleto titulado «Tú, yo y nosotros».

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