• diciembre 9, 2021
  • Los personajes de la Navidad

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  • INTRODUCCIÓN
    En el programa anterior hablamos de las costumbres navideñas que tenemos los latinos y de cómo estas costumbres nos dan fascinantes razones para alegrarnos en el nacimiento del niño Jesús y todo lo que esto conlleva. Dijimos que cada familia expresa su alegría y agradecimiento por Jesús a través de sus diferentes tradiciones y costumbres.

    Hoy queremos hacer un recuento de los personajes de la Navidad y las virtudes que ellos nos enseñan. Y es que varios personajes estuvieron involucrados en esa primera Navidad. Hablaremos de la Virgen María, José, los pastores de Belén y del mismo Jesús. De ellos aprenderemos a confiar en Dios, quien envió al mundo a su Hijo divino Jesucristo para pagar por nosotros el precio de nuestro pecado y darnos vida eterna.

    LA HUMILDAD DE LA VIRGEN MARÍA

    La humildad es la habilidad de evaluarnos a nosotros mismos correctamente y de ver nuestros defectos sin tratar de ocultarlos. Además, humildad ante Dios significa tener la capacidad de confesar nuestras faltas e implorar su misericordioso perdón.

    Consideremos por un momento el ejemplo de la Virgen María. Claramente podemos ver su humildad en la forma en que reaccionó cuando recibió la noticia de que iba a ser la madre del Salvador del mundo. A pesar de ser semejante honor, un honor incomparable, María no se volvió ni orgullosa ni arrogante, sino que, por el contrario, dijo: «Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1:46- 47).

    ¡Qué humildes y asombrosas palabras! Por estas palabras sabemos que María necesitaba la salvación de Dios tanto como nosotros. Es verdad que María fue una joven piadosa y fiel, pero bajo su piedad y fidelidad, ella estaba consciente de su propia necesidad del perdón y la salvación de Dios. Por eso llamó al Señor: «Dios mi Salvador».

    Cuando confesamos humildemente nuestras faltas ante Dios, somos perdonados y recibimos la promesa de la vida eterna. Entonces podemos decir, junto con la Virgen María: «Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador».

    EL VALOR DE JOSÉ

    Leyendo cuidadosamente esta historia en el Nuevo Testamento, nos damos cuenta que José surge como un verdadero hombre de carácter, coraje y valor. A pesar de los rumores, de las inconveniencias del viaje a Belén y de lo humanamente inconcebible de la razón del embarazo de María, José respondió con fe al mensaje del ángel. Fue él quien tuvo que buscar alojamiento para María cuando le llegó la hora de dar a luz, y fue también él quien, con gran coraje, tuvo que sacar a su familia de Belén cuando el Rey Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años de edad.

    Dios ya había determinado su plan y José lo llevó a cabo sin dudar y con valor. Esta es una verdadera muestra y ejemplo de lo que significa tener confianza en Dios en todo momento, aunque para ello tengamos que sacrificar a veces nuestro beneficio y nos parezca que saldremos perdiendo.

    En esta época de Navidad podemos pensar en José un personaje a veces olvidado, porque él es un recordatorio de la seguridad que tenemos en Dios. Así como José creyó y actuó con fe en Dios, también nosotros podemos tener paz y alegría cuando ponemos nuestra confianza en Cristo, quien vino a salvarnos de nuestros pecados.

    LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES

    Los pobres pastores estaban cuidando de las ovejas en el campo. Era una noche como todas las otras noches. Pero de repente fueron sorprendidos por una luz brillante en el cielo, y desde el centro de la luz un ángel les anunció:

    «iNo se asusten! Les traigo buenas noticias que serán de gran alegría para todos. Hoy, en Belén, les ha nacido un Salvador. Él es Cristo, el Salvador. Busquen a un bebé envuelto en pañales, acostado en un pesebre.»

    Cuando el ángel se fue, los pastores inmediatamente se dirigieron a Belén, donde encontraron al niño Cristo. José y María confirmaron las palabras del ángel: sí, este Niño era el Salvador prometido. Ellos se fueron del establo llenos de alegría y alabando a Dios.

    Te invitamos a que compartas con tus niños la historia del nacimiento de Jesús, descargando gratis en la sección RECURSOS el librito «El Pastorcito».

    CRISTO, LA «ESTRELLA» DE LA NAVIDAD

    El personaje principal de la Navidad es Jesucristo mismo. Él es el Hijo de Dios que «se hizo hombre y vivió entre nosotros» (San Juan 1:14). Conocer a Cristo es entender el misterio de la vida. Conocer el propósito de su venida es saber vivir con propósito. Por eso, en nuestro programa de Año Nuevo vamos a enfocar nuestra mirada en la persona de Jesucristo y en su obra salvadora. Por ahora, observémoslo en términos generales.

    Las Escrituras enseñan muy claramente que Jesucristo, el Hijo de Dios, ha existido desde toda la eternidad. Antes de que alguna parte del universo hubiera sido creada, Él era Dios.

    Al mirar la creación, Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo vio que una parte de ella estaba esclavizada y no disfrutaba de la libertad para la cual había sido creada. Entonces, movida por su amor por la humanidad, la Santísima Trinidad ideó un plan para librarnos de pecado y de la consiguiente muerte.

    Ese plan se hizo realidad en la primera Navidad cuando Jesucristo, la segunda persona de la Trinidad, se convirtió en un ser humano y se infiltró en su propio mundo para ganarnos nuevamente para Dios.

    A través de su vida perfecta y de su sacrifico en la cruz, Jesucristo nos liberó de la culpa del pecado, pagando por todo lo malo que hacemos. En lugar de que nosotros tengamos que pagar la pena eterna por nuestra desobediencia, el mismo Dios eligió morir en nuestro lugar. Y al resucitar al tercer día, Jesús nos abrió las puertas a la vida eterna junto al Padre.

    CONCLUSIÓN
    Hoy quisimos hacer un recuento de los personajes de la Navidad y las virtudes que ellos nos enseñan. De ellos aprendemos a confiar en Dios y en su Hijo Jesucristo, quien vino al mundo para traernos la salvación del pecado y la vida eterna.

    En esta Navidad recuerda que Jesucristo es Dios y que, para describirlo, se necesitarían por lo menos cien nombres. Pero el nombre de mayor importancia a usar cuando nos referimos a él es «mi Salvador».


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