• agosto 26, 2021
  • La comunicación en la pareja – El hombre

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  • EL MUNDO DEL HOMBRE
    Hablaremos en este punto en una forma muy general, pues en el terreno psicológico nada está claramente definido como lo está en lo físico. Aquí entran los matices, pues no queremos etiquetar a todos los hombres con todas las características que aquí expondremos. Solamente podríamos decir que hay unas constantes psicológicas que estructuran el alma masculina. Ellas son:

    Cabeza del hogar
    En primer lugar, analizamos al hombre de acuerdo al papel providencial que le corresponde en el hogar, tratando de comprender principalmente la manera cómo Dios lo ha creado. El hombre es jefe natural del hogar y, como tal, es el responsable de este. Dios le dio al hombre la estructura interior necesaria para responder a las necesidades y cargas que está llamado a llevar. Esto es, ser el esposo y padre que, ante todo, vela por el bienestar físico y espiritual de su familia y les asegura su subsistencia.

    Fuerza física
    Esto es algo que salta a la vista. Para todos es sabido que el hombre posee una fuerza física claramente superior a la de la mujer. Gracias a ella, la esposa y los hijos se sienten protegidos de las amenazas y peligros.

    En ocasiones adopta inconscientemente un comportamiento violento debido tal vez a una vida física demasiado intensa, o puede ser producto de una exaltación repentina en la cual toda esa energía que contiene el cuerpo masculino debe tener un escape. Esto explica también, en parte, la necesidad de acción que sienten ciertos hombres, que se expresa en multiplicar sus obligaciones exteriores. En la mayoría de los casos no lo hacen como una mera necesidad de evasión.

    El mundo interior masculino
    Podríamos empezar hablando de la inteligencia, pues es tan profundamente distinta en el uno y en la otra, que no debe causar asombro que choquen de vez en cuando.

    A la mujer, por lo general intuitiva, directa y cordial, le cuesta trabajo entender el razonamiento frío, gradual y riguroso del hombre. El hombre deduce, encadena, argumenta, mientras que la mujer ha podido ver diez veces la verdad en cuestión. Y hasta ha tenido tiempo de exasperarse ante la lentitud de un razonamiento cuyo verdadero valor no siempre percibe.

    Él elimina un montón de detalles para llegar al nudo de una cuestión o problema, se fija simplemente en lo esencial y se preocupa más de la síntesis que del análisis. Se sitúa en el centro del problema y allí elabora, con arreglo a una lógica rigurosa, los juicios oportunos, por lo cual su tarea requiere de más laboriosidad; al contrario de la mujer, cuya rápida intuición, aunada a su sensibilidad, le permite quemar etapas.

    Si la mujer es inteligente y sabe sacar provecho de los razonamientos de su esposo, con el tiempo podrá adquirir una óptica objetiva y dar a los detalles sus proporciones exactas sin convertirlos en gigantes cuando en realidad son enanos. Al mismo tiempo comprenderá que todo hombre, no sólo su marido, si no se ha corregido, es ciego para las «pequeñas cosas». Y así dejará de preocuparse tanto cuando él no note su vestido nuevo, su corte de pelo o se olvide del día del aniversario, pues su mente está puesta ante todo en preocupaciones inherentes a cumplir con su papel de proveedor, y todo lo que esto conlleva.

    La sensibilidad masculina
    Mientras que la mujer se adapta al ritmo de su corazón, el hombre más bien podría decirse que sigue el ritmo de su razón. Y aunque él también siente pena y alegría, no se deja fácilmente arrastrar por ellas.

    Inclusive, aunque esa pena o esa alegría sean realmente profundas, en la mayoría de los casos se muestra incapaz de manifestarlo exteriormente y acaba por reabsorber sus sentimientos en él. A esto se debe el por qué el hombre no repita mañana, tarde y noche el esperado «te amo». Sin embargo, gracias a la calma y mesura que posee la sensibilidad masculina, el hogar encuentra con frecuencia el equilibrio y conserva la paz.

    A su vez, la mujer a través de su sensibilidad puede transformar el universo de su esposo. En muchas ocasiones él espera de ella que le haga compartir ese don que no posee e introducirlo en el universo sentimental sin suprimir su propio universo, sino aportándole una dimensión suplementaria que el hombre difícilmente podía imaginar.

    La imaginación en el hombre
    Podríamos decir que de las potencias del hombre, la imaginación es la más perezosa, con lo cual entenderíamos también el por qué se ve imposibilitado muchas veces cuando quiere exteriorizar sus sentimientos.

    Por ejemplo, para él expresar su amor, no dispone de otra palabra que no sea «amar». Esto, aunque parezca malo, es una gran ventaja, pues al dominar su imaginación el hombre se mantiene generalmente realista y ve las cosas como son, sin excesos. El jefe de familia tiene que ser prudente. Y para ser prudente necesita ser realista; y sólo será realista si su imaginación interviene con medida en los juicios que él emite.

    Cuando los hombres no hablan
    El mayor desafío para las mujeres es apoyar al hombre cuando éste no habla. Para la mujer es fácil interpretar el silencio de los hombres. Al principio la mujer cree que él se ha vuelto sordo o que no oye lo que ella le dice. En el silencio del hombre la mujer no debe leer que ella no le importa o que no le interesa lo que ella le ha dicho. Debe descubrir más bien otro proceso distinto al suyo. Mientras ella en su propio silencio estaría demostrando siempre que alguien no le interesa, no debe ver en el silencio del hombre lo mismo. No debe imaginar lo peor cuando el hombre calla. No es el silencio una amenaza. No debe presionar al hombre para entrar en su cueva ni siquiera con el fin de ayudarlo.

    ¿Por qué se meten los hombres en sus cuevas?
    Son varias las razones: o bien porque necesitan meditar en un problema y hallar una solución al mismo, o bien porque no tienen la respuesta a una pregunta, o bien porque están disgustados y agobiados y necesitan tiempo para tranquilizarse y recuperar el autocontrol, o bien porque necesitan encontrarse a sí mismos y aclarar muchas cosas. Para lograr lo mismo, la mujer tiende a hablar. Por eso, la mujer al no aceptar esta realidad, ha provocado muchos conflictos innecesarios. Son innecesarias en este contexto preguntas como: «Ocurre algo?» A lo cual generalmente el hombre responde: «NO». La mujer complica un poco más al decir: «Sé que te preocupa algo. ¿Qué es?». «Nada», dice él. «Seguro que sí te pasa algo». «Déjame en paz». «Por qué me tratas así?», termina diciendo ella.

    Lo que dicen los hombres y lo que responden las mujeres

    H. «NO me pasa nada»
    M. Sé que te pasa algo»

    H. «Estoy bien»
    M. «Pero pareces preocupado. Hablemos un rato»

    H. «No es nada, mujer»
    M. «Quiero ayudarte. Sé que algo te preocupa»

    H. «Todo va bien»
    M. «Estás seguro»

    H. «Nada importante»
    M. «Yo sé que algo te preocupa»

    H. «NO hay problema»
    M. «Sí lo hay y yo puedo ayudarte»

    DIFERENCIAS EN LA COMUNICACIÓN

    Los hombres suelen usar expresiones que buscan la autoafirmación personal y así deben entenderlo las mujeres.

    1. Cuando el hombre dice: «Estoy bien», está diciendo: «Estoy bien y puedo solucionar esto solo. Gracias, pero no necesito tu ayuda».

    La mujer entiende: «No estoy dispuesto a compartir contigo mis cosas. No confío en que puedas ayudarme en nada. Eres un cero a la izquierda. NO quiero perder tiempo».

    2. Cuando él dice: «No pasa nada», está diciendo: «Estoy consiguiendo superar esta preocupación o problema. Si necesito ayuda, la pediré».

    Ella entiende: «No importa lo que ha ocurrido. Es un problema que me da igual y, aunque a ti te moleste, no me importa».

    3. Cuando él dice: «No es nada», está diciendo: «No se me ocurre nada que yo no pueda solucionar; hazme el favor de no preocuparte más al respecto».

    Ella entiende: «No sé qué es lo que me preocupa. No me importunes ni fastidies.»

    4. Cuando él dice: «Todo va bien», está diciendo: «Esto no es culpa tuya; no te preocupes, no te agobies. Yo puedo salir adelante solo».

    Ella entiende: «Tú no me sirves; no podrías hacer nada al respecto; no quiero decirte la verdad de las cosas».

    5. Cuando él dice: «No es nada importante», está diciendo: «NO ocurre nada del otro mundo; se trata de cosas normales. Hazme el favor de no preocuparte por este problema. Lo único que estás haciendo es preocuparme más a mí».

    Ella entiende: «Estás haciendo una montaña de un grano de arena. No exageres las cosas.»

    ¿Qué debe hacer la mujer cuando el hombre está dentro de la cueva?

    Los hombres suelen decir que cuanto más se esfuerzan las mujeres por hacerlos hablar, más se demoran ello. ¿Cómo apoyar a un hombre cuando está en la cueva?

    * La mujer debe procurar no desaprobar su necesidad de retirarse a ella, no interpretar ayudarle a solucionar su problema, no haciéndole preguntas acerca de cómo se siente, no sentándose al lado de la cueva a esperar que salga, no apiadándose de él, haciendo algo que lo haga feliz. Si la mujer necesita charlar a veces es mejor que le escriba una carta o busque una amiga. Si quiere ayudarle, lo mejor es que separa que la mejor forma es confiar en que él puede salir adelante. Debe saber que al hombre se le quita un problema de encima cuando a ella la ve tranquila y feliz. Debe estar segura de que animando y no preguntando va a tener mejores resultados.

    * Es muy difícil para la mujer entender que para el hombre el apoyo no está en aportar soluciones o compartir problemas. El hombre se va abriendo a la mujer en la mediad en que se vea valorado y digno de confianza. Una mujer puede decir a un hombre que no le gusta cómo viste sin darle una charla acerca de la ropa; si este comentario molesta al hombre, debería respetar su susceptibilidad y disculparse: «no era mi intención decirte cómo debes vestir». En otro momento podría hacer alguna labor en este sentido recordando lo sucedido en días pasados; incluso se podría proponerle ir de compras para mejorar el repertorio. Éste es un método que se puede usar ante muchas situaciones distintas. Si el hombre se siente siempre aconsejado, perderá su sentimiento de poder y de fuerza, se volverá inseguro y perezoso.

    * Algo que la mujer debe evitar por todos los medios es asfixiar al hombre. «A qué hora sales mañana de viaje?». No te va a dar tiempo para desayunar. ¿Llevas el pasaporte y el billete de avión? ¿Llevas dinero suficiente? ¿Has puesto calcetines en la maleta?». Para la mujer todo ello es símbolo de amor; pero para el hombre no. Se siente fastidiado y agobiado. Peor es todavía que la mujer le diga luego: «ya ves que te había avisado».

    Si quieres manifestarle tu apoyo a tu esposo:

    * Cuando lo notes preocupado, hazle saber que él es capaz de solucionar las cosas.
    * Cuando le quieras dar un consejo, sé oportuna y precisa.
    * Cuando le quieras decir algo, no lo hagas delante de otros.

    La pareja no tiene simplemente «que soportarse». El amor debe crecer y crecer mucho. Debe convertirse en el garante de la propia felicidad y de la duración del mismo matrimonio. Más allá de una estética de fidelidad o deber, o de miedo a volver a empezar, el matrimonio debe basarse sobre la alegría y el gozo de sentirse amados y de amar, de comprender y de sentirse comprendidos, de respetar y sentirse respetados.

    Propongámonos seriamente conocer a fondo la realidad del sexo opuesto, partiendo de la base que Dios nos hizo diferentes para enriquecernos a través de esas diferencias.


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