• septiembre 2, 2021
  • La comunicación en la pareja – La mujer

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  • EL MUNDO DE LA MUJER
    Desde el principio de los tiempos, el hombre se lamenta de que no logra comprender a la mujer. Para la gran mayoría de los hombres, la mujer (incluyendo su propia esposa) sigue siendo un enigma. Y vale la pena decir que no están tan equivocados, pues lo constante en ella es su inconstancia. Pero, por compleja que sea la mujer (suficiente como para que a veces ella misma no se entienda), sería exagerado decir que es incomprensible hasta el punto de resultar impenetrable para su marido. Vamos a ver, entonces, algunas de las constantes psicológicas que estructuran el alma femenina.

    La maternidad
    Así como la estructura del alma masculina corresponde a su función de jefe del hogar, la estructura del alma femenina corresponde a la función que Dios ha querido asignarle. No es difícil ver que en la personalidad femenina todo va dirigido a la maternidad. Esta faceta la absorbe enteramente y pone su marca en los menores detalles de su vida física, intelectual y sentimental.

    No se entienda con esto que la mujer sólo sirve para ser madre. Como ser humano puede llegar a ser filósofo, mecánico, bailarina o lo que se proponga. Pero definitivamente no estará esto ligado a su feminidad como tal. Y quizá sea este contacto tan cercano con el ser humano desde su concepción, lo que explique el sorprendente modo de conocimiento que es la «intuición femenina».

    La intuición femenina
    La intuición es un concepto imposible de describir, simplemente podríamos decir que gracias a su intuición, la mujer llega directamente al corazón de las cosas. Las percibe, más bien las «siente». Y es que ella piensa, reflexiona y razona con el corazón.

    En este punto es donde al hombre le cuesta más trabajo entender a la mujer, porque para él la «razón» es muchas veces más importante que el «corazón». ¡Y cuántas veces no pueden entender por qué a su esposa «no le late» tal o cual situación o persona, siendo que para él todo resulta magnífico!

    La sensibilidad femenina
    «Te preocupas siempre por nada.» ¿Cuántas veces las mujeres oyen esa frase del hombre a quien aman? Probablemente muy a menudo, y es que en la mujer su nota predominante, como ya dijimos anteriormente, es el corazón. Por lo tanto, su sensibilidad es una parte muy natural en ella que le permitirá evolucionar en medio de los seres a quienes ama, consagrándose totalmente a ellos.

    Esa sensibilidad es, por tanto, una riqueza que beneficia a todo el hogar y en la cual cada uno, desde el esposo hasta el más pequeño de los hijos, recibirá la ternura que necesita aun sin pedirla.

    Lo más sorprendente es que, en la mayoría de los casos, la mujer no espera grandes cosas. Lo único que pide es ser amada, comprendida y consolada. Un gesto, un elogio, una palabra, una flor, son motivos suficientes para inundarla de una inmensa alegría.

    La importancia de los detalles
    Para la mujer no hay detalles, porque todo es importante. El olvidar un aniversario, recoger algo que te pidió, inclusive hasta el olvidar el beso al despedirte… Para ella, estas situaciones pueden adquirir proporciones alarmantes, sobre todo cuando las ve a través de la lente de aumento de su imaginación o de la balanza de su corazón.

    A menudo el hombre sentirá la tentación de catalogar los detalles como una tontería y como tales desecharlos. Sin embargo, si la mujer no estuviera al pendiente de ellos, estaría renegando de su propia feminidad.

    La imaginación femenina
    Sin duda, los mayores tormentos que acechan a la mujer, llámense celos, recriminaciones o crisis, provienen de su imaginación. Aquí la cooperación del esposo es sumamente importante para eliminar las sobrecargas de imaginación que puedan surgir.

    La solución es escuchar a su esposa. Una fórmula no sólo curativa, sino preventiva. Al sentirse escuchada, la mujer extraerá del realismo masculino la calma y ponderación que son necesarias para el apaciguamiento que ella necesita. Al mismo tiempo, encontrará su equilibrio y calmará los impulsos de una imaginación con frecuencia alborotada.

    La delicadeza
    Mientras que la fuerza y la robustez son patrimonio del hombre, la delicadeza hecha de gracia y fragilidad, es patrimonio de la mujer. Por ello, en ocasiones la mujer se muestra débil y requiere también de un trato delicado por parte de sus seres queridos.

    Por supuesto que en su vida existen ciertos períodos de irritabilidad, melancolía o indolencia en los que necesitará de más comprensión, ternura y delicadeza. Tales períodos coinciden casi siempre con cambios físicos y hormonales importantes, como son la maternidad, menstruación o menopausia.

    Pero también se pueden dar circunstancias en que la mujer no toma conciencia de sus límites y exagera en cuestiones de trabajo, tanto fuera como dentro del hogar. Esto puede llegar a romper su resistencia, tanto física como nerviosa.

    DIFERENCIAS EN LA COMUNICACIÓN
    Veamos algunos ejemplos comunes de las diferencias entre lo que la mujer dice, lo que en realidad quiere decir, y lo que el hombre interpreta. En todos estos ejemplos veremos que una interpretación literal de las palabras de la mujer puede fácilmente confundir a un hombre acostumbrado a utilizar las palabras para transmitir sólo hechos o información.

    También veremos cómo las respuestas del hombre pueden conducir a malentendidos y discusiones. Como se trata de una comunicación ambigua, el hombre tiene que aprender a comprender lo que la mujer dice, más allá de las palabras que utilice, recordando que la mujer no sólo utiliza generalizaciones, sino que pide una forma determinada de apoyo.

    1. Cuando la mujer dice: «Nunca salimos», en realidad está diciendo: «tengo ganas de salir y hacer algo juntos, pues me encanta estar contigo. ¿Qué te parece si salimos a cenar?».

    Por lo general, el hombre entiende que le está diciendo: «No cumples con tu deber; eres perezoso; poco romántico y aburrido».

    2. Cuando la mujer dice: «Nadie me hace caso», en realidad está diciendo: «hoy siento que nadie me hace caso, que no se valora lo que hago. Supongo que estás muy ocupado; me doy cuenta de lo mucho que trabajas, pero a veces me da por pensar que no te importo. ¿Por qué no me das un beso y me haces sentir que soy especial para ti?»

    Por su parte, el hombre suele escuchar: «Soy muy desgraciada. No tengo la atención que necesito. Ni siquiera tú me haces caso. Deberías avergonzarte. Yo jamás te trataría como tú me tratas a mí».

    3. Cuando ella dice: «Estoy muy cansada», está diciendo: «he trabajado mucho hoy. Necesito descansar un poco. Dime que lo estoy haciendo muy bien y que merezco un descanso».

    El hombre entiende: «Yo lo hago todo y tú nada. Me siento muy desdichada. Ojalá viviera con un hombre más sensible».

    4. Cuando ella dice: «Quiero olvidarme de todo», está diciendo: «Quiero que sepas que me encanta mi trabajo, pero hoy me siento abrumada. ¿Por qué no me preguntas cómo me siento? Eso me ayudaría a relajarme».

    El hombre entiende: «Tengo que hacer muchas cosas que me hacen infeliz y tú no me ayudas. Más aún, yo y mis cosas te importan un rábano».

    5. Cuando ella dice: «Nadie me escucha», está diciendo: «Me parece que te aburro, creo que no te intereso. ¿Por qué no me prestas atención o me preguntas cómo fue mi día?».

    El hombre entiende: «Yo te presto atención siempre y tú nunca. Cada día es más aburrido estar contigo. Quiero a mi lado una persona interesante y tú no lo eres. Eres egoísta».

    6. Cuando ella dice: «Nada funciona», está diciendo: «Si supieras cómo me ayuda a sentirme mejor el compartir contigo lo que siento. Hoy parece que nada me sale bien; todo ha salido de forma distinta a la esperada».

    El hombre entiende: «Nunca haces nada bien. No confío en ti. Otra persona hubiera hecho mejor las cosas».

    7. Cuando ella dice: «Ya no me quieres», está diciendo: «Hoy tengo la sensación de que no me quieres y por ello necesito que me digas que sí me quieres, aunque sé que es así. Con solo oírlo me siento mejor».

    El hombre oye: «Yo te he dado lo mejor de mí misma y tú no me has dado nada. No te importa nadie. He sido una tonta por quererte».

    8. Cuando ella dice: «Siempre andamos con prisa», está diciendo: «Llevo todo el día corriendo. No me gusta vivir así. Ojalá tuviéramos una vida más serena. Sé que nadie tiene la culpa, pero quisiera que comprendieras cómo me siento».

    El hombre entiende: «Eres un irresponsable. Esperas siempre hasta el último momento. Nunca puedo estar a gusto contigo. Siempre me estás metiendo prisas».

    9. Cuando ella dice: «Quiero más romanticismo», está diciendo: «Cariño, has trabajado mucho últimamente. Tomemos un tiempo de descanso. Me gusta estar a solas sin los niños y sin cosas que hacer».

    El hombre oye: «Ya no me satisfaces. No me atraes. Ojalá te parecieras un poco a …».

    En la sección RECURSOS puedes descargar gratis el folleto titulado
    «Logrando una mejor comunicación»

    Como hemos visto, si bien el lenguaje del hombre y de la mujer contienen las mismas palabras, el significado que cada uno le da a las palabras que dice es distinto. Por ello, para que el hombre y la mujer se entiendan, es necesario que comprendan y acepten sus diferencias.

    La pareja no tiene simplemente «que soportarse». El amor debe crecer y crecer mucho. Debe convertirse en el garante de la propia felicidad y de la duración del mismo matrimonio. Más allá de una estética de fidelidad o deber, o de miedo a volver a empezar, el matrimonio debe basarse sobre la alegría y el gozo de sentirse amados y de amar, de comprender y de sentirse comprendidos, de respetar y sentirse respetados.

    Propongámonos seriamente conocer a fondo la realidad del sexo opuesto, partiendo de la base que Dios nos hizo diferentes para enriquecernos a través de esas diferencias.


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