• diciembre 23, 2021
  • Los frutos de la Navidad

  • Regresa

  • INTRODUCCIÓN
    Mañana es Nochebuena. ¡Qué alegría! La Navidad es una fiesta alegre y provoca tanto entusiasmo, que muchas veces desearíamos que no terminara nunca. Pero, como todo lo bueno, una mañana nos despertamos y nos encontramos comiendo los restos de las tradicionales comidas. ¡Y qué rico saben al día siguiente! Los regalos dejan de ser nuevos, y se confunden con los del año pasado, para ser usados sólo de vez en cuando. Los adornos navideños vuelven a sus cajas, donde permanecerán hasta el próximo año. Los niños vuelven a la escuela, y nosotros volvemos a nuestra rutina diaria.

    ¿Cuándo termina la Navidad para ti? ¿Termina con el último saludo? ¿Con la última fiesta? ¿Con la última factura que pagas? ¿Será acaso al llegar el Año Nuevo o el Día de Reyes? Si pudiera durar toda la vida… Bueno, quizás no con ese ritmo intenso ni con esas carreras de última hora, cuyo final generalmente es bien recibido. Pero si toda esa buena voluntad, las sonrisas, los saludos, los abrazos y el calor humano de esta época pudieran durar todo el año, ¡qué diferente sería el mundo y qué distinta sería la vida!

    EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD
    ¿Sabes una cosa?… ¡Sí puede durar! El espíritu de la Navidad no tiene por qué terminar el 26 de diciembre, el primer día del año nuevo o el 6 de enero. ¡El espíritu de la Navidad puede durar todo el año! Aún más: puede durar más que toda una vida.

    Recordemos que Jesús, según sus propias palabras, vino a proclamar buenas noticias a los pobres, a dar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor. Pero, ¿cómo se hace hoy todo eso?

    Cuando diariamente recordamos el mensaje anunciado a los pastores en esa primera Navidad: «Hoy te ha nacido un Salvador» (Lucas 2:11). Ese mensaje todavía es válido, todavía es cierto. Nos ha nacido un Salvador que hoy todavía vive. El Salvador vino al mundo para apartar de nosotros el pecado y la muerte, para ser el primero en levantarse de entre los muertos en cuerpo y alma y vivir por siempre. Para quienes creemos en Jesucristo, el Salvador viviente, el espíritu de la Navidad durará más que toda una vida… durará por la eternidad.

    LA REALIDAD DE LA NAVIDAD HOY
    El nacimiento de Jesucristo no es sólo otra página de la historia, sino una viva realidad que da nueva vida a todos los que se arrepienten de haberlo rechazado en el pasado, y a todos los que viven en la paz y el perdón que él ganó para nosotros. A éstos, Dios nos da cada día un propósito, un empuje y una alegría que nunca será superada por las circunstancias cambiantes que trae consigo la marcha del calendario.

    El mismo Espíritu de la primera Navidad está entre nosotros hoy. Y con la libertad que nos da podemos continuar con la buena voluntad, las sonrisas, los saludos, los abrazos y el calor humano que se hacen sentir en la Navidad.

    No guardes tu sonrisa cuando guardas las luces, no botes la música ni la alegría cuando botas los pedazos de papel de regalo. No laves los abrazos de tu vida cuando lavas los platos sucios de la cena de Navidad. Y sobre todo, no quemes el calor humano cuando quemas el arbolito de Navidad.

    ¿Cómo sería el mundo si todos lleváramos el fruto del Espíritu de la Navidad todo el año?

    Gálatas 5:22 dice: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley».

    Los frutos del Espíritu solo pueden emanar de nuestro corazón cuando el Niño de Belén vive en nuestro corazón.

    En la sección RECURSOS puedes descargar gratis el librito para niños
    «BOTAS ROJAS PARA NAVIDAD»

    CONCLUSIÓN
    La Navidad no es solamente una breve y brillante luz en la noche de nuestras vidas. Por el contrario, como dice la Biblia, Jesucristo es el sol naciente que vino a nosotros desde el cielo para brillar sobre quienes viven en la oscuridad y en la sombra de la muerte. Su luz nos da el conocimiento de la salvación a través del perdón de los pecados, y su brillo guía nuestros pasos por el sendero de la paz.

    No permitas que el espíritu de la Navidad dure sólo tanto como el arbolito. Recuerda que el Cristo Niño no permaneció niño, sino que creció, vivió, y murió en nuestro lugar para limpiarnos de todo pecado y culpa, y volvió a vivir. La paz y el perdón que él vino a traernos reina en los corazones de todos los que creemos en él y… ¡eso es digno de celebrarse todo el año!


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