• mayo 26, 2022
  • Perdonar es dar y recibir – Parte 1

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  • Introducción

    «Perdonar es dar, y a la vez recibir vida.» George McDonald

    Hoy queremos hablar de un tema muy interesante y quizá controversial también. Se trata del perdón. Es muy fácil hablar de perdonar, pero es mucho más difícil hacerlo. Y lo peor es que no nos gusta que nadie nos diga que necesitamos perdonar. Mucho menos queremos oír un podcast que nos recuerde que tenemos que perdonar, pero quédate con nosotros.

    A veces nos molestamos porque lo que nos gusta es agarrar fuerte esa rabia y creemos que así estamos haciendo pagar a quien nos lastimó, como si les estuviéramos dando un castigo. Pero, primero, si te hirieron de forma severa, tu rabia no es un castigo suficiente para esa persona. Segundo, con tu rabia y falta de perdón no castigas a nadie más que a ti mismo. Tercero, aunque la persona reciba un castigo que tú creas que sea igual a lo que te hizo a ti, eso no resuelve ni cura tu herida. La verdad es que solo cuando perdonamos somos liberados del resentimiento y la culpa que cargamos.

    Y a pesar de que a menudo el perdón es visto como un símbolo de debilidad, en realidad el perdonar demanda una gran fortaleza. ¿De dónde recibimos esa fuerza? De Dios.

    Esta es la realidad: Todos necesitamos ser perdonados… y todos necesitamos perdonar. En este programa vamos a conversar acerca de cómo el perdón, ofrecido y recibido, puede llevarte a una paz transformadora y te daremos algunos consejos prácticos para comenzar tu jornada de perdón.

    Los invitamos a descargar gratis nuestro folleto titulado «Perdonar es dar y recibir» en la sección Recursos de esta página web.

    ¿Qué es el perdón?

    Según el diccionario, el perdonar es solicitar u otorgar a alguien la remisión de una obligación o una falta. Perdón es una palabra que está formada por dos vocablos del latín: per, que significa dejar pasar y don que es regalo. Por lo que perdón se puede definir como dejar atrás una ofensa o renunciar al castigo moral o material de una mala conducta.

    El perdón, entonces, no es una respuesta a una disculpa, ni tampoco un simple sentimiento. El perdón es una acción que se elige realizar.

    A veces es difícil perdonar a otros, porque parecería que al hacerlo estamos aprobando lo que hicieron. Sin embargo, eso no es lo que significa el perdonar. Nunca está bien que nos lastimen. Es aún más difícil perdonar a alguien que parece no darse cuenta que ha hecho algo mal, o a quien no le interesa ser perdonado. Pero tu elección de perdonar no depende de que el otro esté preparado para responder o hacer lo correcto. El perdón es un proceso.

    ¿Por dónde comienzo a perdonar?

    Orando – La mejor forma de comenzar a perdonar es pidiéndole a Dios que te muestre cómo hacerlo. La oración es una forma poderosa de expresar nuestras necesidades y deseos, y de dejar salir todo el dolor y los recuerdos que nos oprimen.

    Algunas personas te dirán que el tiempo cura las heridas. Pero la verdad es que, por sí mismo, el tiempo no cura nada. De hecho, algunas cosas con el tiempo se agravan. El enojo se puede convertir en odio y la amargura se puede convertir en resentimiento. La sanidad que tú buscas requiere trabajo de tu parte. Tu responsabilidad es tomar la decisión de perdonar y actuar intencionalmente en ese proceso. Ora para que Dios te sane, y puedas dejar ir el dolor. Como resultado, Dios se hace partícipe de tu problema, le trae sanidad a tu corazón herido, y venda tus heridas.

    Olvidando – Dios no sólo nos perdona, sino que también olvida. «Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados» (Isaías 43:25). Dios borra tus pecados y los olvida para siempre.

    Pero mientras que Dios elige no recordar nuestros errores, a veces nosotros elegimos no olvidar. Perdonar y olvidar no significa borrar todo de la memoria como si nada hubiera pasado (que es lo que comúnmente asociamos con la palabra «olvidar»). Es más bien que el recuerdo de la ofensa deja de acosarte y lastimarte y ya no te sientes ofendido ni tienes más las emociones dolorosas. Has sanado.

    Olvidar tampoco significa de pronto tener amnesia o reprimir los recuerdos, ocultando un acontecimiento porque es doloroso recordarlo. Ese tipo de olvido, que en realidad es represión, no es sano. La represión es un obstáculo que no permite sanar los malos recuerdos. Cuando verdaderamente perdonamos, se logra neutralizar el dolor de tal forma que de a poco se va olvidando, y ya no se necesita perpetuar el resentimiento. Los recuerdos, en cambio, pueden permanecer.

    Renunciando a la venganza – A veces no estamos interesado en perdonar porque sentimos que alguien tiene que pagar por nuestro dolor. El deseo de vengarnos demuestra el principio de represalia: ojo por ojo, diente por diente. Este principio perpetúa las guerras entre las naciones, entre las razas, y entre los diferentes grupos religiosos. Nunca pone fin a nada, excepto a la vida de personas. Este principio viene del Antiguo Testamento de la Biblia. Cuando Dios instruyó a su pueblo a tomar ojo por ojo, estaba definiendo lo que era un castigo justo, no demandando represalias. Las represalias o venganzas crean ciclos interminables de dolor. Ya en el Nuevo Testamento, Jesús dijo: «Ustedes han oído que fue dicho: ‘Ojo por ojo, y diente por diente.» Pero yo les digo: No resistan al que es malo, sino que a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, preséntale también la otra.‘» (Mateo 5:38-39)

    Soltando el enojo – Generalmente, lo primero que sentimos cuando somos heridos es mucho enojo. Si me golpeo contra algo, me enojo. Si alguien me hiere, me traiciona, me hace sentir mal, o me quita algo que es mío, mi enojo puede rápidamente convertirse en ira y llegar al odio. La ira es una reacción que sobreviene cuando creo que he sido tratado injustamente. Y si le permito que se arraigue en mi corazón y en mi vida, esa misma ira puede impedirme perdonar y olvidar y por consiguiente sanar.

    La ira es una emoción secundaria que aparece como respuesta a un sentimiento más básico de sentirse herido, culpable, con temor o con dolor. Si otra persona me hace sentir culpable, es muy probable que me enoje con ella. Sea cual fuera la causa del enojo—injusticia, culpa, o temor—no se puede perdonar y olvidar hasta que se encuentra una forma de resolverlo.

    Enfrentando tu dolor – Tus recuerdos se pueden curar si los tratas en una forma sana, como por ejemplo reconociéndolos, protestando por haberlos recibido y dejándolos ir. Para ello es necesario que los revivas con toda su carga emocional en presencia de una persona de confianza que te escuche con atención y que te dirija hacia Dios, quien es la fuente de todo consuelo. Quizás tengas que hacer esto varias veces, dependiendo de la severidad de la herida y de la profundidad de tu enojo, pero el dolor en los recuerdos de a poco va a comenzar a desaparecer.

    Dejando de tratar de sanar solo – Dios te ama más de lo que nadie en este mundo puede amarte. Pero muy fácilmente nos olvidamos de esto, por eso es que necesitamos reunirnos en una comunidad donde se nos recuerde una y otra vez del amor de Dios, la iglesia. Si no participas de una iglesia, busca una que reconozca que todos somos personas imperfectas que necesitamos el perdón de Dios, y que proclame con claridad el amor incondicional y el perdón que Dios nos da a través del sacrificio y resurrección de su Hijo Jesús. Permite que Jesús te ayude a vivir una vida plena, perdonando lo que tengas que perdonar, y viviendo tu vida en la luz de su amor. Alégrate en la nueva oportunidad que Dios te da a través de su perdón y su amor. ¡Dios te ama!

    Conclusión

    Ya sabemos que no es fácil perdonar. Para perdonar tenemos que ser humildes. Cuando Jesús les enseñó a orar a sus discípulos, lo que hoy conocemos como el «Padrenuestro», les dijo: «perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores».

    Recuerda que si decimos: «Quiero que Dios me perdone, pero me niego a perdonar a los que pecan contra mí», realmente no sabemos de qué se trata el «perdón» y la «fe en Jesús». No podemos esperar que Dios nos «perdone» si la actitud de nuestro corazón revela que no tenemos un entendimiento real o fe en su gracia inmerecida en Cristo Jesús.

    Cualquiera que realmente entienda la verdadera naturaleza de la gracia y el perdón de Dios en Cristo y ponga su confianza en ese perdón, deseará y buscará extender ese perdón a los demás.

    El perdón de Dios no es una «recompensa» por perdonar a los demás, pero una vez que lo recibimos con verdadera fe y gratitud, es imposible no querer compartirlo con los demás.

    EN LA PARTE 2 DE ESTE PROGRAMA HABLAREMOS DE PEDIR PERDÓN Y PERDONARNOS A NOSOTROS MISMOS.

    Antes de terminar, y dado que este lunes 30 celebramos con respeto y agradecimiento el día de los caídos o Memorial Day, queremos recordar a todos esos soldados que han dado su vida para comprar la libertad que hoy tenemos en este país y agradecer a sus familias por sus sacrificios.

    Elige perdonar y vivir tu vida con la libertad civil que esos soldados compraron y la libertad espiritual que te compró Jesús.


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