Hoy vamos a hablar acerca de la amabilidad.
El 6 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Amabilidad, y aunque puede parecer una fecha más en el calendario, en realidad este tema toca algo muy profundo. ¿Por qué? Porque hay días en los que ser amable no solo se siente difícil, sino que parece que no tiene sentido. ¿Para qué saludar si nadie responde? ¿Para qué ayudar si nadie lo agradece?
Y, sin embargo, algo en nuestro interior anhela un mundo más amable, más humano, más compasivo. Hoy queremos detenernos a explorar por qué la amabilidad importa tanto, qué la hace difícil, qué efectos tiene y cómo a través de ella podemos darle más sentido a nuestra vida, incluso en medio de la rutina, el cansancio o el desánimo.
Usaremos como referencia un artículo publicado el 6 de noviembre de 2023 en Good Good Good, así como ideas de la Fundación Random Acts of Kindness.
A todos nos ha pasado. Sabemos que ser amables es bueno, pero algo lo hace difícil. La prisa, el estrés, la falta de ánimo o incluso el miedo a ser rechazados nos empujan a encerrarnos en nosotros mismos. Según el artículo de Good Good Good, uno de los principales obstáculos es que creemos no tener tiempo o energía. Y en parte es cierto: cuando estamos agotados emocionalmente, hasta un simple “hola” puede parecer una tarea.
Pero también hay una sensación más profunda: a veces sentimos que la amabilidad no cambia nada. Que es un esfuerzo que no da frutos. Y cuando se vive en ese estado por mucho tiempo, uno puede empezar a pensar que su propia vida tampoco tiene mucho impacto. Que nada de lo que uno haga hará una diferencia.
Y, sin embargo, incluso en esos días en que sentimos que nada tiene sentido, un acto de bondad puede ser una luz. A veces no somos amables porque creemos que no tenemos nada que ofrecer. Pero en realidad, el ser amables puede ayudarnos a descubrir que todavía tenemos mucho para dar… y mucho por vivir.
La organización Random Acts of Kindness ha reunido datos muy interesantes. Está comprobado científicamente que la amabilidad mejora la salud física, fortalece las relaciones y aumenta nuestro bienestar emocional. Al practicarla se libera oxitocina, que ayuda al corazón y disminuye el estrés. ¡Literalmente nos hace bien físicamente!
Pero hay más: la amabilidad es profundamente contagiosa. Cuando alguien recibe un gesto de bondad —por pequeño que sea—, es más probable que lo repita con otra persona. Es como tirar una piedrita en el agua y ver cómo se expanden los círculos.
Pensemos en nuestra vida de cada día. ¿Quién no recuerda un pequeño gesto que le cambió el día, un mensaje inesperado, alguien que te cedió el paso o un abrazo en el momento justo? Si bien el ser amable puede parecer algo sencillo… puede significar mucho. Porque cada vez que la practicamos no solo estamos dando algo bueno, sino que estamos recordándonos a nosotros mismos que tenemos el poder de mejorar el mundo que nos rodea. Y eso, querido oyente, es una forma de confirmar que nuestras vidas tienen sentido.
Practicar la amabilidad no requiere grandes recursos. Veamos entonces algunas ideas que puedes poner en práctica hoy mismo:
• Saluda con intención. No como un reflejo automático, sino como una oportunidad real de conexión.
• Escucha con atención. A veces, lo más amable que puedes hacer es simplemente prestar atención sin interrumpir.
• Haz un cumplido sincero. Puede levantar el ánimo de alguien más de lo que imaginas.
• Deja una nota de agradecimiento. Escrita a mano o digital, da igual. Lo importante es el gesto.
• Sé amable contigo mismo. No te hables con dureza. Date permiso para descansar, para equivocarte, para empezar de nuevo.
• Sé paciente en momentos tensos. A veces, no reaccionar con enojo es un acto profundo de amabilidad.
Cada una de estas acciones, por pequeña que sea, puede ser una semilla que genere más amabilidad, trayendo sentido a tu vida. Porque cuando vivimos con la intención de dar lo mejor a otros, encontramos razones nuevas para levantarnos, para seguir… para creer que nuestra vida vale.
Hoy hemos hablado de la amabilidad: de su poder, de sus desafíos, y de cómo puede transformar nuestro día a día. Es cierto que a veces ser amable no se siente útil… ni justo. Hay días en que damos una sonrisa y recibimos indiferencia, ofrecemos ayuda y nos ignoran, tratamos bien y nos responden mal.
Y en esos momentos la tentación es rendirse, cerrarse, pensar que no vale la pena ser amables porque, al final, no marcamos ninguna diferencia. Pero ahí es donde la Palabra de Dios nos ofrece una verdad sencilla, profunda y llena de esperanza.
Filipenses 4:5 dice: “Que todo el mundo vea que ustedes son amables. El Señor está cerca” (NTV).
Estas palaras no son apenas un consejo de buena conducta, sino una declaración que nos da propósito. La amabilidad no es una estrategia social: es un reflejo visible de que el Señor está cerca, de que vivimos con una esperanza diferente, de que nuestra vida tiene sentido, incluso cuando no todo sale bien.
La amabilidad no nace de nuestro esfuerzo humano, sino de la obra que Dios ya ha hecho en nosotros. Él, que fue infinitamente amable con nosotros cuando no lo merecíamos, nos llama ahora a vivir esa misma amabilidad como señal de que le pertenecemos a Él. Entendido de esta manera, el ser amable pasa a ser nuestra identidad.
Y cada vez que eliges tratar con amabilidad a alguien —aunque no te lo agradezcan, aunque no lo noten— con tus acciones estás diciendo: “Mi vida tiene sentido, y la tuya también”. Porque fuiste creado con propósito, amado con profundidad y enviado con esperanza.
Así que, si alguna vez sientes que ser amable no vale la pena, recuerda esto: tu amabilidad no pasa desapercibida. Dios la ve. Dios la usa. Y, por medio de ella, te recuerda que estás aquí con un propósito. Que tu vida tiene sentido. Que tu manera de vivir puede traer consuelo, luz y alegría a otros y a ti mismo, porque estás reflejando la bondad de un Dios que no se olvida de nadie.
Esta semana te invitamos a hacer algo amable. No importa si es algo grande o pequeño. Lo que importa es que lo hagas con intención y de corazón. Y al hacerlo, recuerda que tu vida tiene sentido. Porque tienes algo que ofrecer. Porque tu presencia importa. Porque fuiste creado con amor y llamado a vivir con propósito.