En esta época del año es tradición reunirnos con familiares y amigos para compartir un tiempo y una comida especial. Sin embargo, es bueno recordar que más que una simple tradición, estos días de Acción de Gracias son una oportunidad para honrar a Dios por sus bendiciones y practicar la gratitud como un estilo de vida cristiano. La Biblia dice en 1 Tesalonicenses 5:
“Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18 NTV)
Que estos días sean una ocasión para compartir nuestras bendiciones con quienes nos rodean y para recordar la fidelidad de Dios en nuestras vidas. Y que nuestras mesas sean un lugar de alegría, comunión y gratitud, que reflejen el amor de Cristo a todos los que nos rodean.
Los ancianos son una fuente invaluable de conocimiento y perspectiva. Sin embargo, en medio de las exigencias de la vida moderna, en nuestra sociedad la atención y el respeto hacia los ancianos a menudo se descuidan. Escuchemos lo que nos dice la Palabra de Dios, donde en el libro de Levítico 19, leemos:
«Ponte de pie en la presencia de los ancianos
y muestra respeto por las personas de edad» (Levítico 19:32a NTV)
Honrar a nuestros mayores no sólo es una expresión de respeto humano, sino también un mandato divino. Dios nos exhorta a levantarnos delante de las canas y mostrar reverencia hacia aquellos que han acumulado años de experiencia y sabiduría.
Te exhorto a que, a partir de hoy, honres a los ancianos que tienes en tu vida valorando su sabiduría y experiencia. Pero, sobre todo, a que le des gracias a Dios por ellos.
A menudo caemos en creer que el dinero y las posesiones materiales son la clave para encontrar la felicidad. Sin embargo, la Biblia nos advierte sobre los peligros de amar el dinero más que a Dios y cómo esto puede desviarnos de lo que realmente importa en la vida. En 1 Timoteo 6 dice:
“Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10 LBLA)
El dinero puede proporcionar comodidades temporales, pero no la verdadera felicidad. No caigas en la trampa de la tentación tratando de hacerte rico cueste lo que cueste, porque eso puede llevarte a la ruina y la condenación. En cambio, vive en fe una vida recta y de acuerdo a la voluntad de Dios.
Nunca es fácil atravesar por un problema, una enfermedad o una limitación que se sale de nuestro alcance. Nuestro primer impulso es pedirle a Dios que nos quite la aflicción. Sin embargo, son los momentos difíciles los que nos hacen fuertes. Escuchemos el testimonio del apóstol Pablo:
«Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado,
tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que
para sufrir necesidad; ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!»
Filipenses 4:12-13
Aferrado a Cristo, toda tormenta de la vida te hará más fuerte para seguir adelante. Que la esperanza cierta que Dios nos da en su Palabra nos sostenga hasta el final.
Se dice que los ojos son nuestra ventana al mundo, ya que a través de ellos disfrutamos de la hermosa creación de Dios. También son una herramienta que nos permite enfocarnos con precisión, aunque fácilmente pueden enfocarse incorrectamente. En su carta a los efesios, el apóstol Pablo nos dice:
«… hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.»
Efesios 2:10
Pidámosle a Dios que nos ayude a dejar de mirarnos a nosotros mismos para enfocarnos en la razón por la cual fuimos creados, esto es, responder al llamado de Dios de hacer el bien a quienes nos rodean.
Nuestros pensamientos son las semillas que plantamos en nuestra mente, y de su cultivo depende la cosecha de nuestras acciones y actitudes. Como seres reflexivos, somos desafiados a dirigir nuestra mente hacia pensamientos nobles que reflejen la verdad y la bondad. En Filipenses 4 leemos:
“… todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten” (Filipenses 4:8 LBLA)
Este versículo nos orienta hacia una reflexión consciente, cultivando los pensamientos que honren a Dios y edifiquen nuestras vidas. Gobernar nuestros pensamientos es más que un ejercicio de autocontrol; es un acto de adoración y transformación, porque la calidad de nuestros pensamientos afecta directamente la calidad de nuestra vida.
Las actitudes son las pinturas con las que coloreamos la tela de nuestras vida y las canciones que se escuchan en nuestras interacciones diarias. Somos desafiados a sembrar actitudes que reflejen la luz y el amor divino, por lo que cultivar actitudes saludables no es sólo un ejercicio externo, sino un proceso interno de renovación. En Efesios 4 leemos:
“Dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes” (Efesios 4:23b NTV)
Busquemos diariamente alinear nuestras actitudes con la verdad y el amor de Dios. En la medida en que lo hacemos, vamos reflejando cada vez más el carácter de Cristo y participamos en la construcción de un mundo donde el amor y la gracia divina resplandecen. Seamos hoy una fuente de luz y esperanza para quienes se cruzan nuestro camino.
La avaricia es una trampa sutil que busca enredar nuestros corazones en la búsqueda desenfrenada de más. En un mundo que a menudo aplaude la acumulación, constantemente enfrentamos el desafío de resistir la llamada de la avaricia y abrazar la generosidad. En Lucas 12, Jesús nos dice las siguientes palabras de advertencia:
«Manténganse atentos y cuídense de toda avaricia, porque la vida del hombre no depende de los muchos bienes que posea» (Lucas 12:15b)
La verdadera riqueza no se mide por lo que poseemos, sino por la calidad de nuestra relación con Dios y con el prójimo. En lugar de buscar acumular más cosas, busquemos oportunidades para ser canales de bendición y generosidad en la vida de los demás. Porque, como dijo Jesús, “Más bienaventurado es dar que recibir.”
La debilidad, a menudo vista como una limitación, puede ser la plataforma desde la cual experimentamos la fortaleza divina. Porque es en nuestra debilidad que descubrimos la gracia y el poder de Dios operando en formas sorprendentes. Escuchemos el consuelo que Dios nos ofrece en medio de nuestra debilidad, a través de las palabras de 2 Corintios 12, donde dice:
«Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo» (2 Corintios 12:9b RVR1960)
Nuestra debilidad, lejos de ser un obstáculo insuperable, se convierte en un terreno fértil para la manifestación del poder de Dios. Aprendamos, entonces, a ver nuestras limitaciones no como fracasos, sino como oportunidades para experimentar la gracia y la fortaleza de Dios de maneras asombrosas.
Cada día enfrentamos encrucijadas y tenemos que tomar decisiones que van formando los caminos de nuestra vida. La toma de decisiones, aunque a menudo desafiante, se vuelve una travesía menos temerosa cuando la encomendamos a Dios. En lugar de depender únicamente de nuestra sabiduría limitada, confiemos en el Señor que conoce el fin desde el principio. Escuchemos las palabras de Proverbios 3, donde dice:
«Pon toda tu confianza en Dios y no en lo mucho que sabes. Toma en cuenta a Dios en todas tus acciones, y él te ayudará en todo» (Proverbios 3:5-6 TLA)
En momentos de decisión, recordemos que podemos acudir a Dios, la fuente suprema de sabiduría, y pedir su ayuda con confianza. Quien confía en la guía de Dios puede tomar decisiones con valentía, sabiendo que incluso en lo desconocido, el Señor le dirige hacia Su propósito.