Muchas veces, cuando estamos enojados, le echamos la culpa al destino o a otras personas o situaciones, cuando en realidad con quien estamos enojados es con Dios. Nuestras riñas con Dios y con los demás a menudo son intentos desesperados que hacemos para sobrevivir en un mundo lleno de frustraciones y en donde las injusticias están a la orden del día.
Job, el gran sufridor del Antiguo Testamento, dirigió su enojo hacia Dios cuando le preguntó:
"¿Acaso está bien que me oprimas, que desprecies esta creación de tus manos
y te pongas de parte de los impíos?" Job 10:3
Quizás tú sientas la misma ira y frustración que tuvo Job y quieras descargarlos contra Dios, que parece estar ignorando tu situación o incluso ayudando a que la misma suceda. Si es así, exprésale tu enojo. Dios siempre está dispuesto a mostrarte cómo superarlo y a ayudarte a curar tu dolor.
Setenta veces siete
El perdón es uno de los regalos más hermosos que Dios nos ofrece. Cuando estamos dispuestos a entregarlo a otros, Dios añade belleza, paz, gozo y poder a nuestra vida. Veamos lo que nos dice la Biblia al respecto:
Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: 'Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar
a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?' 'No te digo que hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete', le contestó Jesús. Mateo 18:21-22 NVI
La mejor forma de hacerlo es con la ayuda de Dios. ¿Qué te parece si te acercas hoy a Dios en oración y le pides que te ayude a perdonar y a buscar la reconciliación con las personas de las cuales estás distanciado?
Sin lugar para el odio
Cuando actuamos movidos por el odio y sin el dominio propio que corresponde a quienes caminan con Dios, estamos sujetos a experimentar las consecuencias de nuestros actos. Mientras que el amor practicado trae paz, el odio causa discordias y separaciones, y nos envuelve con malhumor, inquietud y aislamiento. La Palabra de Dios nos dice:
El odio provoca peleas pero el amor cubre todas las ofensas. Proverbios 10:12 NTV
Hoy te invito a que confieses ante el Señor los malos pensamientos, rencores y deseos de venganza que haya en tu corazón. Pídele a Dios que te dé la fuerza necesaria para perdonar y olvidar las ofensas recibidas, y que allí donde hubo odio ponga Su amor.
El Amor por excelencia
El verdadero amor acepta el precio de amar sin reclamar nada, así como Jesucristo aceptó el sufrimiento, las injusticias y la muerte por amor a nosotros. El verdadero amor se entrega totalmente, pues tiene una confianza plena. El verdadero amor tiene paciencia y acepta a la persona amada así como es. El apóstol Pablo lo dice así:
El amor... todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor jamás dejará de existir. 1 Corintios 13:7-8
Dios, el Amor por excelencia y fuente de todo amor, no cambia ni desaparece y nunca dejará de existir. Que esto te sirva de consuelo y fortaleza para tu vida y te anime a conocerle un poco más cada día.
El amor verdadero
En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo nos habla del amor. Allí describe algunas de sus características, diciendo:
no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia,
sino que se une a la alegría de la verdad. 1 Corintios 14:4-6
En otras palabras, el verdadero amor comparte el dolor, siempre tiene buenas intenciones, se alegra por el bien de la persona amada, no hace nada que esté fuera de la voluntad de Dios ni busca su propia satisfacción y está siempre pronto a perdonar y olvidar. ¿Difícil? Claro que sí. ¿Imposible? De ninguna manera cuando amamos con el amor que Dios nos ha dado.
Dios es amor
La Biblia nos habla mucho sobre el amor. En su primera carta, el apóstol Juan nos dice:
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él. 1 Juan 4:7-9 RVC
Dios es amor. Y ese amor hizo que enviara a su hijo Jesucristo al mundo a dar su vida en sacrificio por nosotros. Gracias al perdón que ese sacrificio nos ganó, podemos ahora amar así como Dios nos ama. Hoy te animo a que pongas en práctica la exhortación del apóstol Juan de amarnos los unos a otros.